Me trazas el camino, y me conduces al mío, es que acaso lo sabias?
En mis manos, mis sueños, cargados la mayor parte del tiempo de cuanta flor y cuanto animalito se me atravesaban en el camino
A donde me llevaban mis pasos ? entre las equinas de Veroes a Santa Capilla, a veces perdida en pleno casco central de Caracas. Siempre llegaba en retardo, como si el camino no lo conociese, en realidad lo recorría una y otra vez, hacia delante y hacia atrás, caminaba en círculos, me deleitaba cada paso, me perdía entre la gente, con mis ojos de niña, con mis rulos forzados después de horas de peinado. Mi madre era una experta en eso de hacer rulos.
Al verte hija mía, con mi violoncello de hoy en día, como no revivir cada instante pasado entre esas calles, esas que solo estaban allí para recordarme hacia donde iba.
Una vez me hice la perdida, jugaba yo misma a encontrar el camino, era mi técnica para hacer mas jugoso mi destino.
Al final de tantas horas, corriendo entraba y dos puertas viejas se abrían, casi siempre era Rosella Pezzuti que me veía. Al fondo larguiducha se paraba a verme pasar, con sus ojos azules fijos que yo ni me atrevía a esquivar.
En la escuela de música Llamas, hermoso palacio neoclásico de la Caracas de mi infancia, era ella quien relucía, entre todos mi preferida. Una verdadera Pezzuti, digna hija de su padre. Aun recuerdo sus cabellos rojizos trenzados de un lado, ése que ella usaba de costumbre.
Rosella supo darme el gusto de la música, si era amargo o dulce, igual buscaba a empalagarme. Mis mas hermosos recuerdos, era con ella quien los compartía.
Isabel, era otra cosa, ella era mi profesora de oboe, que por lo general no me recibía, ella solo me exigía. A veces con una partitura, bastaba para no quererla ver por mas de un día. Salía siempre tocándome la mitad de los labios, pensando que de tanto darle, la boca se me partiría, y así entonces me creerían que el oboe, no era asunto fácil y mucho menos de un día.
Mis lecciones de solfeo, mis momentos favoritos, para llegar a ellas, pasando por cada uno de los trastes corroídos por el tiempo, el crujido de cada placa, me recordaba, que era historia la que había en cada piso, y que como gustaba formar parte de ella.
Solo tus rulos y tus deditos curiosos frotando cada traste imaginario de mi violoncello, me recuerdan esos instantes. Esa vida que cultive con beneplácito siendo solo apenas una niña, y con ella siempre las calles que me vieron crecer. Quién me diría, que serias tu mi amada Carmina quien me las reviviría?
Cada instante que tus deditos pueblan las cuerdas de mi violoncello, ese que hoy calentamos juntas, es un revivir infinito el que me haces vivir.
Solo deseo hija mía, que este andar que hoy caminamos juntas, sea prospero, y que las bienaventuranzas que nos depare el destino sigan impregnadas de la magia, que solo tu magnifica presencia puede revivir
Es que acaso tu revivir, es mi segunda vida ?
A todo tu mérito Carmina
Te ama inmensamente
Mama